Hace unos días, un viejo informante -ex comisario de la provincia de Buenos Aires- me llamó para anticiparme que saldría a la luz un nuevo peritaje demostrando que Martín René Saldaña, detenido en su momento por el robo en el Banco Nación de Villa Ramallo, no se había suicidado como se dijo, sino que fue asesinado. "El tema vuelve a salir a la luz para pegarle a (Carlos) Menem, sigue la idea del Gobierno de desviar la atención de sus propios escándalos como lo sucedido con Gerez, para que este año electoral no les sea esquivo. Se vienen varias operaciones de este tipo, no tengas dudas", aseguró la fuente referida. Dos días más tarde, al leer los diarios vernáculos pude ver que la profecía del ex comisario se hacía realidad. Imaginé entonces que sería una buena oportunidad para contar lo que se escondió realmente detrás de la masacre de Ramallo del año 99. Más allá de la improbable operación contra Menem, hay una historia que merece ser contada y que esconde un trasfondo realmente escalofriante. Es una trama que involucra al propio ex Presidente y a su fallecido hijo.El principio fue el verbo El 17 de septiembre de 1999, se dio un episodio político-policial denominado "masacre de Ramallo", a través del cual tres ladrones ingresaron a la sucursal del Banco Nación de esa localidad con la supuesta intención de robar el tesoro. En medio de un descuido, una testigo presencial llamó a la policía y se produjo lo inesperado: los malvivientes tomaron a seis rehenes y comenzaron una ardua negociación con el objetivo de obtener lo que buscaban a cambio de liberarlos. Se dijo entonces que en el banco había unos $ 30.000 -junto a poco más de $ 100.000 en el tesoro- y que los ladrones solicitaban llave y clave para abrirlo. Se dijo también que además del dinero buscaban unos documentos guardados en la bóveda, real motivo de la toma del banco. Las negociaciones entre los malvivientes y la policía nunca avanzaron y, a partir las 21 horas, los ladrones comenzaron a dejar salir a algunos rehenes. Horas más tarde, mientras Martín Saldaña conversaba con el mediador, sus cómplices salieron con los dos que quedaban en un automóvil Volkswagen Polo propiedad del gerente del banco, Carlos Cháves. A su lado iba uno de los ladrones llevando como escudo humano, sobre sus piernas, a su esposa Flora Lacave. Atrás iba otro asaltante, Carlos Martínez, y el contador del banco Carlos Santillán, también como escudo humano. Al salir el auto con los dos ladrones y los tres rehenes de "escudo", muchos de los policías que rodeaban el banco abrieron fuego y en pocos segundos se desató una de las peores masacres que se hayan visto: hubo 170 disparos, 46 de los cuales impactaron en el auto, los rehenes y los ladrones. Cháves y Santillán murieron en el acto, mientras que Flora Lacave y Carlos Martínez se salvaron. Martín Saldaña, el ladrón que se había quedado dentro del banco fue detenido y al día siguiente fue encontrado ahorcado en una celda de la comisaría 2 de Villa Ramallo. Se dijo que se había colgado usando el forro de un colchón sin que nadie se explicara cómo pudo hacer para arrancarlo (1). Pronto se sabría que los tres delincuentes habían actuado con la complicidad de la policía. Por caso, Saldaña había participado con anterioridad en otros hechos criminales en los que también aparecía la sombra de policías y ex policías. No por casualidad, entre sus ropas se encontró un plano detallado del interior de la sucursal del Banco Nación. La "conexión policial" que encubrió a los asaltantes de Ramallo fue parte de una banda que contó con apoyo de policías de Zárate-Campana y de La Plata, en cuya cúpula se encontrarían oficiales de alta graduación. Esto explicaría por qué durante la crisis hubo dos negociaciones paralelas: una oficial y una segunda secreta, de la cual aún no se conocen los detalles. Recordemos que la policía nunca cortó las cuatro líneas telefónicas del banco y sólo intervino tres de ellas, dejando sintomáticamente una libre. La valija Pocos saben, incluso al día de hoy, que en una de las bóvedas del Banco Nación de Ramallo se encontraba el contenido de una valija que llevaba Carlos Menem Jr. el día que murió estrellado en su helicóptero. Fue el 15 de marzo de 1995, cuando viajaba de Buenos Aires a Rosario para competir en una carrera automovilística, en el sospechoso marco del abandono de su propia custodia. Según el libro Maten al hijo del Presidente (2), escrito por este periodista, la valija que portaba el hijo del ex presidente Menem contenía papeles con denuncias que comprometían al círculo político más importante del menemismo y los detalles de la "colaboración" entre Argentina y Siria en temas de narcotráfico. La mera mención de ese portafolios -que desapareció por completo el día que murió Carlitos- trajo sendos dolores de cabezas a más de uno. Así se cuenta en el libro referido: "Hugo Sánchez Trotta, un hombre que en ese momento se encontraba privado de su libertad, había prometido que ni bien saliera de la cárcel iba a ir a declarar y aportar información acerca del destino de la valija y sobre las investigaciones que Carlos Menem Jr. llevaba sobre temas de narcotráfico. Dos días después de salir en libertad y antes de poder decir nada, fue acribillado a balazos por la policía. Él aseguraba a quien quisiera escuchar que la persona que se llevó el maletín, al poco tiempo pudo verse con diversos vehículos y propiedades. Aparentemente obtenidos gracias a la recompensa por haber hecho desaparecer la prueba. Para poder profundizar los dichos de Hugo Sánchez Trota, el juez llamó a declarar a su hermano, Antonio Emilio, quien el 25 de febrero de 1997 declaró que lo poco que sabía era a través de su hermano fallecido. Que creía 'que a Carlitos lo mataron por que molestaba al narcotráfico (…) y lo dejaron morir como a un perro'. A poco de declarar y en situación totalmente sospechosa, Antonio Sánchez Trota también fue asesinado. (...) 'La valija se la llevó un tal Comisario Silva, muy conocido en Ramallo', me aseguró alguien que no quiso que grabe su testimonio. (...) Al mismo tiempo, ni bien se produjo la caída del helicóptero, Emir Yoma le había pedido a Lucho Pineda que entrara cuanto antes al departamento de Carlitos y retirara el contenido de la caja fuerte que estaba al lado de la cama: 'Sacá todo y avisame sin que se entere Zulema', ordenó desde San Nicolás". Prosigue el mismo libro en otra de sus partes: "Mientras pensaba en lo increíble que eran los datos que le daban vuelta por la cabeza, Carlitos dudaba una y otra vez acerca de la posible participación de su propio padre en tan sucios negocios. No podía ser que alguien a quien creía conocer tanto, le fuera tan ajeno en algunos aspectos. De todas maneras, pensaba que cuando estuviera más tranquilo iba a analizar más detenidamente la información que llevaba en el portafolios. Le era difícil entender la relación entre armas y drogas en un país tan alejado de medio oriente. No podía ser que esos 'negocios' hubieran penetrado de tal manera en los estratos más profundos de toda voluntad política".
CRISTIAN SANZ (Tribuna de Periodistas)
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