viernes, 26 de marzo de 2010

POR DETRAS DEL 24 DE MARZO

Una sana polémica se desató alrededor de esta fecha, en Facebook y a raíz del artículo escrito por Christian Sanz, que provocó una catarata de comentarios en los cuales fue tratado de “zurdo”, mote risible que también se endilgó a quien escribe estas líneas.
Tan ridículo como una de las afirmaciones vertidas en la mencionada trinchera cibernética, que sin hesitar calificaba que en esa fecha de 1976 se produjo la victoria contra el comunismo.
Pues cuando aconteció el golpe de marras, en Washington el entonces presidente Gerald Ford se congratuló con Henry Kissinger y con Nelson Rockefeller, relamiéndose al pensar en los pingües negocios que harían con el ministro de Economía designado por Videla José Alfredo Martínez de Hoz. Pero también en Moscú, en los salones del Kremlin el premier Leonid Brehznev chocaba los cinco con Andrei Gromyko, pensando en lo mismo. Plin caja.
Aunque los militares futuros genocidas se regodeaban viéndose a sí mismos como los últimos centuriones de Occidente asediados por las hordas marxistas, contaban con el paradójico apoyo crítico del Partido Comunista Argentino, stalinista hasta el tuétano, asegurándose así el envío al país socialista amigo miles de toneladas de cereales y la abstención sistemática de la URSS en la ONU cuando se condenaba a la Argentina por violaciones a los derechos humanos.
Pero para que esto ocurra, fue necesario previamente incubar el huevo de la serpiente: ‘’Más allá de la vocación revolucionaria de la inmensa mayoría de sus integrantes, la guerrilla fue usada por un grupo de sus jefes —como Firmenich y otros agentes cubano-soviéticos— para eliminar rivales en la cúpula empresarial, sindical, militar y estatal; luego para hostigar a Perón, y finalmente para desestabilizar a Isabel Perón. Según trascendidos del informe del general Acdel Vilas a la Cámara Federal de Bahía Blanca —ocultado hasta ahora por la cúpula militar y por el gobierno alfonsinista— en él se aborda esta espinosa cuestión: sus jefes y los de la guerrilla eran la misma cosa.
El sector de Videla-Viola había ilusionado a los partidarios del llamado ‘camino peruano’ (que pretendían reproducir el entonces proceso del general Velazco Alvarado en Perú), con un nuevo golpe-posterior al 24 de marzo de 1976- al que llamaban ‘la segunda vuelta’. Golpe en el que ‘se desprenderían’ de los occidentalistas. Estos últimos aprovecharon el lanzamiento de la represión y el grupo Videla-Viola tomó la decisión de ponerse a la cabeza, firmando un ‘pacto de sangre’ en la cúpula militar. Pacto que selló la suerte de esa juventud: ‘el país socialista amigo’ y los generales ‘peruanistas’ los canjearon por convenios cerealeros y por las jugosas coimas y negociados de esos años’’, cuenta Oscar Marioni en el citado libro Atlántico Sur y la crisis militar.
Entonces, a partir de la revolución sandinista en Nicaragua en 1979, la Argentina comienza a entrenar a los “contra”, antiguos miembros de la Guardia Nacional somocista, al mismo tiempo que recibe turbinas soviéticas para la represa hidroeléctrica Salto Grande. El 24 de diciembre de ese año, la URSS invade y ocupa Afganistán. Y como represalia, el alicaído presidente James Carter decreta un boicot a las exportaciones a la URSS, y además instó a no concurrir a las Olimpíadas que se celebrarían en Moscú al año siguiente.
La Argentina, para ira de los EEUU, no hace ni lo uno ni lo otro, duplica los cargamentos de granos, carnes y lácteos y envía gustosamente a sus atletas a la megacompetencia internacional. Como contrapartida, se intensifican las misiones militares de alto nivel a nuestro país intercambiándose impresiones y conocimientos.
Una coherencia que mata
Esto demuestra a las claras cómo la dictadura militar hasta su cenit, gozó del beneplácito de ambos bloques hegemónicos. Sobre todo a partir de la asunción del sucesor de Carter, Ronald Reagan, quien junto a su ladero Alexander Haig veían a Argentina como un aliado natural en la lucha contra la agresión marxista. Aunque naturalmente no concebían que a pesar de esto, la URSS continuaba siendo el principal socio comercial de Argentina, seguido por el Irán del ayatollah Ruhollah Khomeini.
Y aquí hay que hacer una salvedad. Cuando en noviembre de 1979 se produce la toma de la embajada estadounidense en Teherán, el desesperado Carter recurre a la mediación de un extraño personaje, el argentino Héctor Villalón, un ex montonero con conspicuos contactos con Massera y la Propaganda 2. En 1985, este personaje fue quien sugeriría a Reagan y al entonces jefe de la CIA William Casey, apelar a la triangulación de armas a Irán, que luego pasaría a la Historia como el escándalo Irán-Contras.
Como puede apreciarse, las cosas en este terreno sinuoso jamás son como parecen y menos como aparentan. Pues, como bien afirmaba Juan el evangelista, autor del libro Apocalipsis, la política es un mar embravecido, en el que desaparecen en sus aguas los incautos, los idiotas útiles mientras que se salvan aquellos que pueden permanecer a flote izando muchas banderas, pero jamás la propia.

Fernando Paolella

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