viernes, 25 de diciembre de 2009

INSTITUTO DE MENORES: LA TUMBA DE LOS PIBES CHORROS


Desde 2002, 28 chicos se quitaron la vida en los Institutos de Menores. Penales que son "peores que cárceles". La responsabilidad política y los programas "cartón pintado".
por Cecilia Di Lodovico“Asesinaron a un ingeniero de San Isidro”. La noticia alarmó a la ciudadanía que, impávida, fue testigo indirecto de la voracidad de la inseguridad. Se trataba de Ricardo Barrenechea, un padre de familia de 46 años. El homicidio ocurrió el 21 de octubre del pasado año, en la puerta de su vivienda, a plena luz matinal. Pero el horror aumentó cuando los medios difundieron la presunta vinculación del crimen con dos menores: Brian y Jonathan, de 16 años. Inmediatamente, la presión social y mediática recayó sobre los jueces y los funcionarios. Una vez más, se volvió a pedir la baja de la edad de imputabilidad y comenzó una especie de “caza de brujas” que repercutió directamente en los Institutos de Menores de la Provincia de Buenos Aires.
En tanto, sin que ningún magistrado de La Matanza tenga conocimiento, se inauguró un Instituto de menores en Virrey del Pino. Una decisión que puede calificarse como apresurada, ya que, el establecimiento no contaba aún con un equipo profesional ni enfermeros. Sólo permanecían en el lugar los adolescentes extraídos de otros institutos y unos pocos preceptores. Tremenda fue la impresión que se llevó uno de ellos cuando abrió una de las celdas y se encontró con Damián “colgado” del techo. Corrió desesperado hacia la dirección. En otra de las habitaciones, Jonathan, había corrido la misma suerte.
El “Centro cerrado La Matanza” había abierto –paradójicamente- sus puertas 10 días antes de la tragedia. No está de más apuntar que el centro fue diseñado por el Servicio Penitenciario bonaerense. En esa oportunidad, el ex director de Institutos Cerrados de la provincia de Buenos Aires, el sacerdote Alejandro Blanco, manifestó a Página/12 que el Centro de Régimen Cerrado matancero funcionaba en un edificio “muy bien construido, muy sólido, pero que fue concebido con un concepto penitenciario que no se corresponde con lo que dice la Convención de los Derechos del Niño”.
“Desde que se conocieron la muerte de los chicos, se dio una ola de intentos de suicidios en Lomas. Tuvimos que “descolgar” a varios pibes”, indicó a este diario Fernando Fernández, quien se desempeña en el Instituto de Lomas de Zamora, es delegado de ATE Sur y conoció a Damián.
Pero el fenómeno no es nuevo, durante el gobierno del disidente Felipe Sola, 26 chicos se ataron al cuello las sábanas y se colgaron de una rendija que sobresale en el techo de las celdas. En ese momento, Cristina Tabolaro era la responsable del área provincial de minoridad. Cuando volvió al frente de la subsecretaría en la gestión de Scioli, tras el desplante de Martha Arriola, se sucedieron los suicidios de Jonathan y Damián.
Arriola había sido desplazada de su cargo tras calificar como “una barbaridad y una irresponsabilidad” culpar a los menores por la ola de delitos en relación con el proyecto de Scioli de bajar la edad de imputabilidad. Además, la platense, que venía exigiendo al mandatario bonaerense mayor presupuesto, llegó a definir como “catastrófica” la situación de la niñez en la Provincia. Pero su crítica no terminó allí, también cuestionó en duros términos al ministerio de Salud comandado por Claudio Zin por no colaborar con la asistencia de los jóvenes drogadependientes, y a la cartera de Seguridad, a la que culpó de difundir datos erróneos sobre delincuencia juvenil.
Carlos Martínez, presidente de Asociación Argentina de Prevención del Suicidio, dijo a 24CON que si bien, estadísticamente, en el mundo las franjas étareas más comprometidas, tanto en intentos como en consumaciones de suicidio, son los adolescentes y los mayores de tercera edad, “hay un montón de elementos que exacerban el suicidio adolescente en una situación de encierro”. “Estos chicos viven en un ámbito carcelario en crisis, con el condimento de irregularidades en lo judicial: ahí adentro, conviven chicos procesados y chicos condenados y están todos juntos”, manifestó Martínez.
Asimismo, el especialista explicó qué es el “efecto de imitación”: “Hay una característica que tiene que ver con lo imitativo, con la identificación. En un ámbito cerrado esto se potencia. El suicidio es una solución a un problema. Es decir, el que lo intenta lo hace para dar fin a un problema. Una de las características de la personalidad suicida y del discurso suicida tiene que ver con la rigidez cognitiva y con la falta de estrategias de enfrentamiento a los problemas. De hecho, mis pacientes, a medida que van avanzando en el tratamiento, y van viendo que pueden resolver los problemas de otra manera, no intentan más suicidarse. Que alguien intente una solución vía un intento de suicidio, habilita a que otros tomen el mismo camino. Porque, si vos sumás una situación familiar disfuncional, un cuadro psicopatológico, una situación de exclusión y una situación de sociabilidad restringida, más todo lo delictual y lo desestructural que tiene que ver con aquella situación que llevo al adolescente a un instituto cerrado… Son un montón de factores que hacen que el tormento del chico sea inabarcable para su cabeza”.

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