martes, 10 de mayo de 2011
LA SEMANA DE MAYO
En mayo de 1810 el ánimo de los criollos estaba inflamado de fervor patriótico. Muchos sucesos importantes habían sucedido en los últimos años: la Reconquista y la Defensa durante las invasiones inglesas, la Revolución Francesa, la independencia de los Estados Unidos, las ideas del "Iluminismo", la invasión de Napoleón a España, y poco más atrás en el tiempo el movimiento de los Comuneros de Asunción y de Túpac Amaru. Los criollos comenzaron a comprender que eran capaces de gobernarse solos.
La idea de la Revolución comenzó tomar fuerza en muchos criollos notables. Los primeros pasos comenzaron a trazarse en reuniones secretas que se llevaban a cabo en diversas casas. La consigna corría de boca en boca. Rápidamente la semilla de libertad se expandió por toda la ciudad. Una sociedad secreta integrada, entre otros, por Nicolás Rodríguez Peña, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Hipólito Vieytes, Agustín Donado, Manuel Alberti, Terrada, José Darragueira, Chiclana, Juan José Castelli, French, Beruti, Viamonte y Tomás Guido, organizaba las acciones. Las reuniones se realizaban en la casa de Vieytes, en la de Rodríguez Peña o en la quinta de Orma. Cornelio Saavedra ofreció su contingente armado, los Patricios.
En la mañana del 15 de mayo, el Virrey Cisneros supo, por noticias traídas en el barco inglés "Milestoe" que la Junta de Cádiz estaba a punto de caer en manos francesas. La noticia fue confirmada por los viajeros del "John Parish Robertson", que arribó a Buenos Aires dos días después
El virrey Cisneros no ocultó la verdad y el 18 de mayo, por medio de una Proclama expuso los hechos con claridad y manifestó su voluntad de luchar por Fernando y por la "libertad e independencia " de toda dominación extranjera y alertó también sobre la necesidad de no adoptar ninguna decisión sin consultar a las provincias del interior. Esta proclama no fue suficiente para calmar la inquietud de los vecinos ni de los Comandantes de Armas, algunos de los cuales se reunieron para evaluar los acontecimientos.
19 de mayo de 1810
Los criollos reclaman la realización de un Cabildo Abierto para tratar la situación por la que atravesaba España.
Para lograr ese propósito, Saavedra y Belgrano se reunieron con el alcalde de primer voto, Juan José Lezica, para que convocara, con anuencia de Cisneros, un Cabildo Abierto. Castelli cumplió idéntica misión ante el síndico procurador Julián de Leiva.
20 de mayo de 1810
Cisneros reunió en la Fortaleza a los jefes militares para pedir su apoyo, pero como éstos se lo negaron, no tomó ninguna decisión. Entonces, los patriotas decidieron que Castelli y Martín Rodríguez se presentaran ante el Virrey para exigirle la reunión de un Cabildo Abierto. Se reunieron con él durante la noche y le reiteraron la necesidad de la convocatoria. Cisneros finalmente aceptó a convocar a los principales vecinos para deliberar acerca de la gravedad de la situación.
21 de mayo de 1810
Algunos vecinos se reunieron en la Plaza Mayor para apoyar la solicitud de un Cabildo Abierto.
Se convocó a los vecinos por medio de esquelas a participar del Cabildo Abierto del 22 de mayo. En total se repartieron 450 invitaciones.
22 de mayo de 1810
De los 450 invitados, concurrieron sólo 251, quienes iniciaron la sesión a las 9 de la mañana.
El debate se inició con la proclama del escribano del Cabildo, Justo Nuñez, quien aconsejó evitar toda innovación y acatar la autoridad del Virrey. En su discurso, Nuñez también se refirió al peligro que representaba la ambición portuguesa, al señalar "No olvidéis que tenéis a la vista un vecino que acecha vuestra libertad, y que no perderá ninguna ocasión en medio del menor desorden. Tened por cierto que no podréis por ahora subsistir sin la unión de las Provincias interiores..."
Siguió en el uso de la palabra el obispo de Buenos Aires, Benito de Lué y Riega, quien sostuvo que aún en caso de una pérdida total de la Península, los españoles debían continuar gobernando en América y los criollos sólo podrían llegar a ejercer el poder cuando no quedara ningún español en estas tierras. A continuación habló el doctor Juan José Castelli quien fundamentó los derechos del pueblo de Buenos Aires para ejercer su soberanía y formar un nuevo gobierno en el cautiverio de Fernando VII y la disolución de la Junta Central de Sevilla.
Ruiz Huidobro, en nombre de algunos grupos militares, sostuvo que Cisneros debía cesar en el mando por haber caducado la autoridad que lo nombró. El Cabildo debía reasumir el poder para entregarlo luego a otra persona.
El fiscal Manuel Genaro Villota afirmó que las resoluciones de los vecinos porteños carecían de validez porque no representaban a todo el virreinato.
El presbítero Nepomuceno Solá se mostró partidario de entregar el poder al Cabildo hasta que se reuniera una Junta integrada por diputados de todo el virreinato. Juan José Paso, abogado criollo, sostuvo la necesidad de establecer en Buenos Aires una Junta Gubernativa lo antes posible.
A continuación se decidió votar una propuesta concreta. Entre todas se destacó la proposición de Cornelio Saavedra por la cesación del Virrey y la delegación interina del mando en el Cabildo hasta la formación de una Junta que lo ejerciera en base a la participación popular. Según sus palabras "No queda duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando..." Adhirieron a su opinión Castelli, Belgrano, Paso, Moreno y Rivadavia entre otros. El escrutinio se postergó para el día siguiente.
23 de mayo de 1810
El bando emitido el 23 de Mayo en el quese informa que el mando ha pasado del Virrey a manos del Cabildo, y que a su vez se designará un Junta
Domingo French
Cornelio Saavedra como comandante de los Patricios fue un árbitro importante en la semana de Mayo de 1810
El Cabildo del 22 terminó muy tarde en la noche por lo que se decidió escrutar los votos al día siguiente. El recuento arrojó las siguientes cifras: 155 votos por la destitución del Virrey; 69 por su continuación en el mando sólo o asociado.
Los miembros del Cabildo Ordinario Manuel José de Ocampo y el Dr. Tomás Manuel de Anchorena le comunicaron a Cisneros que había cesado en el cargo.
Según la mayoría, el cargo debía quedar en manos de una Junta de Gobierno a nombre de Fernando VII.
24 de mayo de 1810
En este día, el Cabildo resolvió nombrar una Junta de Gobierno, conforme al mandato recibido. Esta junta quedó compuesta por: el Virrey Cisneros, el Dr. Juan Nepomuceno Solá, el Dr. Juan José Castelli, Cornelio Saavedra y José Santos de Incháurregui. Queda claro que con la designación de esta Junta se buscó que todos los factores de poder estuvieran representados. Cisneros era funcionario; Saavedra, militar; Solá, clérigo; Castelli, abogado e Incháurregui, comerciante.
A pesar de que el Cabildo determinó la separación del virrey, éste fue nombrado al frente de la Junta por la necesidad de no alarmar a las provincias del interior, ya que el Cabildo era una institución local. Saavedra y Castelli aceptaron este argumento, ya que durante el Cabildo ellos habían sugerido la importancia de consultar a los pueblos del interior.
La Junta juró en la tarde del 24, pero el pueblo porteño comenzó a inquietarse; no quería a Cisneros.
En el descontento de los cuarteles, los corrillos en los conventos y los rumores de los comerciantes comenzó a tomar forma la agitación popular.
Los cabecillas del descontento eran Domingo French, Antonio Beruti y otros jóvenes conocidos como chisperos, integrantes de la llamada Legión Infernal.
25 de mayo de 1810
Saavedra y Castelli se plegaron al clamor popular y renunciaron. A su vez los cabildantes resolvieron la renuncia de la junta presidida por el virrey y le aconsejaron a éste imponerse por la fuerza. Para lograrlo consultaron a los jefes militares quienes negaron su apoyo. Mientras se llevaba a cabo esta reunión un grupo de patriotas entró por los corredores del Cabildo y, luego de dar fuertes golpes en la puerta cerrada de la sala, manifestaron que "querían saber de qué se trataba". El comandante Martín Rodríguez tuvo que contener a los más exaltados.
Ante la presión popular el Cabildo aceptó la renuncia de la Junta. Un grupo de jóvenes encabezado por Beruti se presentó en la sala de Acuerdos y dio a conocer la nómina de las personas que integrarían la nueva Junta Gubernativa. Además se pedía que, una vez establecida debería enviarse una expedición de 500 hombres al interior.
Los cabildantes exigieron la ratificación de un petitorio firmado por 400 personas. El síndico Leiva se asomó al balcón y al ver solo a un pequeño grupo de vecinos preguntó: "¿Dónde está el pueblo?", a lo que los patriotas respondieron que se tocase la campana del Cabildo o que se llamara a generala y se abriesen los cuarteles. Sin medios para resistir, los cabildantes reconocieron la autoridad de la Junta Revolucionaria.
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