MODELOS PARA ARMAR
Contrariando los discursos, que aluden al año largo que falta para las elecciones porque no es tiempo de climas y actividades de campaña, buena parte de la dirigencia bonaerense no sólo profundiza un tono de claro tinte proselitista, sino que ya acelera el ritmo para la puesta en marcha de la ardua tarea de «armar» los esquemas estructurales y de apoyos con que contará para ir a la contienda del 2011.
En ese paisaje, la puja por la candidatura a la Gobernación tiene ya a dos aspirantes nítidamente parados en el centro del ring y dispuestos a no darse respiro.
Es evidente que el gobernador Daniel Scioli —que, declara, buscará la reelección, aunque algunos de sus operadores no pierdan nunca de vista la opción presidencial— y el dirigente del Peronismo Federal Francisco De Narváez han decidido elegirse mutuamente como «el» adversario.
A esta altura de la escalada de críticas al borde de las chicanas que se vienen cruzando desde hace algunas semanas, está claro que, más allá de que aún no haya muchos otros aspirantes formalmente plantados en el escenario, los cruces apuntan a generar una polarización de la batalla por la Gobernación entre estos dos contendientes.
Armas de campaña
Los dos, por lo demás, han apelado ya a instrumentos típicos de campaña intensiva. Scioli ha saturado con su nombre y la abreviatura «Gdor» los paredones del Conurbano, en prolijas pintadas que llevan la firma del grupo que las hace y que ha elegido un curioso nombre: «los gurkas».
A su agenda de gobierno, que incluye, como desde el primer día de gestión, entre tres y cinco visitas diarias a distintas localidades de la Provincia, Scioli ha sumado ahora su participación en los desembarcos semanales —mediante actos políticos en los que reúne a decenas de intendentes— de Néstor Kirchner en el Conurbano.
De Narváez, por su lado, recorre ciudades del interior bonaerense y barriadas carenciadas del gran Buenos Aires a un ritmo que a un desprevenido le haría creer que faltan pocas semanas para los comicios.
A la caza de respaldos
Pero el sciolismo viene intensificando fuertemente, además, negociaciones orientadas a ir dando forma al armado político que sustente el proyecto reeleccionista, en el marco de la estructura formal que ostenta el oficialismo, el PJ bonaerense.
En ese tren, la Gobernación pudo exhibir en los últimos días los primeros respaldos explícitos de un puñado de intendentes peronistas kirchneristas a una nueva candidatura provincial de Scioli. Ninguna novedad, por cierto, aunque los jefes comunales de ese espacio se muestran tan remisos a pronunciarse sobre cuestiones electorales que no deja de constituir algún mérito.
El sciolismo obtuvo también una declaración de Hugo Moyano elogiando una posible reelección de Scioli y acusando a la prensa —cuando no— de haber «inventado» su aspiración a una candidatura a gobernador; aspiración que el propio líder de la CGT declaró no hace tanto tiempo.
Lo cierto es que en la Gobernación respiraron aliviados. «Un apoyo de Moyano no aporta votos, pero garantiza la gobernabilidad», definen.
En busca de ampliar el armado, en tanto, los operadores políticos de Scioli han iniciado contactos con intendentes de las expresiones vecinalistas que en los últimos años ya han venido integrando las propuestas electorales del kirchnerismo. La idea es que en breve salgan ellos también a respaldar la reelección de Scioli. Pero en esos sondeos ha surgido una dificultad.
La mayoría de los vecinalistas pro K —como el marplatense Pulti; García, de Vicente López; e Ivoskus, de San Martín— estarían dispuestos a reeditar la alianza, pero manteniendo un alto grado de autonomía para la denominación y la integración de sus boletas municipales; algo que las nuevas leyes de elecciones internas —la nacional y la provincial— complican seriamente.
Sospechadas por la mayor parte de la dirigencia opositora y en particular del PJ disidente, esas leyes no fueron aún reglamentadas; tarea a cargo de la Presidenta y el Gobernador.
Y todo indica que la reglamentación de la norma bonaerense quedará absolutamente sometida al criterio de Néstor Kirchner, como ocurrió en su momento con el dictado mismo de la ley.
Por lo pronto, los borradores que elaboran por estos días ministros de Scioli son sometidos a la supervisación del secretario legal y técnico de la Presidencia, Carlos Zannini. Y ya se decidió que la reglamentación de la ley provincial verá la luz después de la nacional, para que se ajuste estrictamente a ésta.
En este marco, el grupo de intendentes peronistas jóvenes nucleados en una suerte de «línea crítica» del oficialismo y que tiene un aspirante indisimulado a la gobernación, el jefe comunal de Tigre, Sergio Massa, resolvió hacerse ver en la última semana.
Con una foto con otro «joven exitoso» del mismo espacio, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, el grupo entiende que la pelea electoral en y por la Provincia se ha acelerado a un nivel que puede dejarlo rezagado.
Con todo, el grupo se debe aún una cohesión interna que le garantice solidez una vez que salga al ruedo.
Marisa Álvarez NA
Contrariando los discursos, que aluden al año largo que falta para las elecciones porque no es tiempo de climas y actividades de campaña, buena parte de la dirigencia bonaerense no sólo profundiza un tono de claro tinte proselitista, sino que ya acelera el ritmo para la puesta en marcha de la ardua tarea de «armar» los esquemas estructurales y de apoyos con que contará para ir a la contienda del 2011.
En ese paisaje, la puja por la candidatura a la Gobernación tiene ya a dos aspirantes nítidamente parados en el centro del ring y dispuestos a no darse respiro.
Es evidente que el gobernador Daniel Scioli —que, declara, buscará la reelección, aunque algunos de sus operadores no pierdan nunca de vista la opción presidencial— y el dirigente del Peronismo Federal Francisco De Narváez han decidido elegirse mutuamente como «el» adversario.
A esta altura de la escalada de críticas al borde de las chicanas que se vienen cruzando desde hace algunas semanas, está claro que, más allá de que aún no haya muchos otros aspirantes formalmente plantados en el escenario, los cruces apuntan a generar una polarización de la batalla por la Gobernación entre estos dos contendientes.
Armas de campaña
Los dos, por lo demás, han apelado ya a instrumentos típicos de campaña intensiva. Scioli ha saturado con su nombre y la abreviatura «Gdor» los paredones del Conurbano, en prolijas pintadas que llevan la firma del grupo que las hace y que ha elegido un curioso nombre: «los gurkas».
A su agenda de gobierno, que incluye, como desde el primer día de gestión, entre tres y cinco visitas diarias a distintas localidades de la Provincia, Scioli ha sumado ahora su participación en los desembarcos semanales —mediante actos políticos en los que reúne a decenas de intendentes— de Néstor Kirchner en el Conurbano.
De Narváez, por su lado, recorre ciudades del interior bonaerense y barriadas carenciadas del gran Buenos Aires a un ritmo que a un desprevenido le haría creer que faltan pocas semanas para los comicios.
A la caza de respaldos
Pero el sciolismo viene intensificando fuertemente, además, negociaciones orientadas a ir dando forma al armado político que sustente el proyecto reeleccionista, en el marco de la estructura formal que ostenta el oficialismo, el PJ bonaerense.
En ese tren, la Gobernación pudo exhibir en los últimos días los primeros respaldos explícitos de un puñado de intendentes peronistas kirchneristas a una nueva candidatura provincial de Scioli. Ninguna novedad, por cierto, aunque los jefes comunales de ese espacio se muestran tan remisos a pronunciarse sobre cuestiones electorales que no deja de constituir algún mérito.
El sciolismo obtuvo también una declaración de Hugo Moyano elogiando una posible reelección de Scioli y acusando a la prensa —cuando no— de haber «inventado» su aspiración a una candidatura a gobernador; aspiración que el propio líder de la CGT declaró no hace tanto tiempo.
Lo cierto es que en la Gobernación respiraron aliviados. «Un apoyo de Moyano no aporta votos, pero garantiza la gobernabilidad», definen.
En busca de ampliar el armado, en tanto, los operadores políticos de Scioli han iniciado contactos con intendentes de las expresiones vecinalistas que en los últimos años ya han venido integrando las propuestas electorales del kirchnerismo. La idea es que en breve salgan ellos también a respaldar la reelección de Scioli. Pero en esos sondeos ha surgido una dificultad.
La mayoría de los vecinalistas pro K —como el marplatense Pulti; García, de Vicente López; e Ivoskus, de San Martín— estarían dispuestos a reeditar la alianza, pero manteniendo un alto grado de autonomía para la denominación y la integración de sus boletas municipales; algo que las nuevas leyes de elecciones internas —la nacional y la provincial— complican seriamente.
Sospechadas por la mayor parte de la dirigencia opositora y en particular del PJ disidente, esas leyes no fueron aún reglamentadas; tarea a cargo de la Presidenta y el Gobernador.
Y todo indica que la reglamentación de la norma bonaerense quedará absolutamente sometida al criterio de Néstor Kirchner, como ocurrió en su momento con el dictado mismo de la ley.
Por lo pronto, los borradores que elaboran por estos días ministros de Scioli son sometidos a la supervisación del secretario legal y técnico de la Presidencia, Carlos Zannini. Y ya se decidió que la reglamentación de la ley provincial verá la luz después de la nacional, para que se ajuste estrictamente a ésta.
En este marco, el grupo de intendentes peronistas jóvenes nucleados en una suerte de «línea crítica» del oficialismo y que tiene un aspirante indisimulado a la gobernación, el jefe comunal de Tigre, Sergio Massa, resolvió hacerse ver en la última semana.
Con una foto con otro «joven exitoso» del mismo espacio, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, el grupo entiende que la pelea electoral en y por la Provincia se ha acelerado a un nivel que puede dejarlo rezagado.
Con todo, el grupo se debe aún una cohesión interna que le garantice solidez una vez que salga al ruedo.
Marisa Álvarez NA
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